Ser capaz de controlar el tiempo a tu antojo, meterse al público en los bolsillos, que esas pausas sean eternas o duren lo que tengan que durar, que nadie piense que es un olvido de texto, la "mirada chilena", la más terrorífica del planeta, quedó atrás, no apurarse, vencer de una vez por todas a la ansiedad, fatal enemiga, nos hace sentir vivos de todas maneras, no hay que huir tanto de ella, domina, cierra los ojos, cuando salgas de escena no te acordarás de nada, como si no hubiera ocurrido, fue fugaz, ya no existe, murió, al igual que tú, el tiempo se detuvo, lo abrazaste como nieve y quedó un recuerdo algo vago. Ahora la vergüenza, ahora la pena, ahora la sonrisa extrañada porque nadie entiende nada, pero qué más da, lo tuyo te pertenece y ya nada de eso viene otra vez, salir a saludar, recibir aplausos y felicitaciones, de verdad o de mentira ya no importa, el tiempo fue tuyo y lo volverá a ser mañana, durante una hora o más, en la sala, bajo los focos y esos ojos llenos de maldad pura y perfecta, sin decorado, sin nada más que el reloj de arena.
Eso, para mí, es actuar.
Interpretando aquí a "Madeleine Usher" en "La caída de la Casa Usher"
Foto de Francisca Pinochet en Teatro Facetas
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